Por Pablo Poggi

Es ella

sábado, 1 de diciembre de 2007 · 00:00
Es ella, quien confunde los viernes con los lunes y pone flores en jarras que tienen nombres de planetas; quien amasa pan y esconde el vino. Es ella, quien hace la lluvia y rompe los paraguas, quien muele los días pares y repara los impares; quita las manchas de las sábanas, quien hace sonar el teléfono. Es ella, sensual y sexual, quien ama dos o tres canciones y llora. Enjuaga camisas y plancha pantalones y pica cebollas. Es ella, feliz en los atardeceres, despiadada en los amaneceres. Cóncava de observar relojes y estúpida de inflar globos pretendiendo vuelo. Quien bebe las siluetas en las movilizaciones e insulta las banderas, quien pone asteriscos en las lecturas y maldice cuando acaba sus oraciones. Apátrida. Árida de bandera, melancólica en gloria. Es ella, la meretriz de las manos. Quien se pone ropas que usaron otras y se maquilla de agosto para reflejarse en los espejos de septiembre, quien tuvo nombres y apellidos. Quien parió unas sílabas a modo de recuerdos, como para deambular entre el amor y el odio. Es ella, la misma de todos los siglos. Es la sequedad de una lengua sedienta de piel. Es una mujer con forma de mujer, con forma de flores y de retratos y de cigarrillos. Quien lleva la cuenta de todo, hasta de lo olvidado y predica perdones obsoletos. Es ella, quien navega en una red. Universo de las comunicaciones. Virtual, impalpable como el dolor de muelas, sin mirar a los ojos, sin saber de olores, sin pactar el beso. Y no es nada, como es todo. Es ella, la concubina del fracaso. Ella, la intuitiva soledad.

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