– ¡Oh Dios, estoy muerto
Un explorador iba caminando por la selva, cuando de pronto lo rodea un grupo de salvajes caníbales y estaba claro que no tenían intenciones amistosas.
– ¡Oh Dios, estoy muerto! Dice el explorador, muy convencido de que había llegado su hora.
Pero de repente, el cielo se abre, aparece un rayo de luz y se escucha una voz profunda que le dice:
– No, todavía no, aún tienes una oportunidad de salvarte.
Lo que debes hacer es quitarle la lanza al jefe caníbal y clavársela a su hijo en el corazón.
Entonces, el explorador pelea con el jefe, le quita su lanza y se la clava en el pecho al joven que estaba junto a él, ante el asombro de todos los caníbales.
El hombre mira al cielo otra vez, y vuelve a escuchar la voz:
– Ahora sí, ¡Ahora sí que estás muerto!