Dr. Rodolfo Bardengo

lunes, 22 de octubre de 2007 · 01:15

A los 40 años vio convertido en realidad aquel sueño que acarició desde que tenía 11 y andaba a caballo en el campo, practicando discursos, porque de chico nomás se ponía en la figura de un personaje importante, que le hablaba a la gente.

Puede decirse que Rodolfo Bardengo logró lo que desde su infancia estaba impulsado a hacer. El 10 de diciembre de 1995, asumía la intendencia municipal de Chivilcoy. Y no era poca cosa que un radical terminara con doce años de hegemonía justicialista al frente de la comuna. Cuando ganó los comicios -el 14 de mayo de ese año, con una larga y difícil transición para el gobierno que se iba-, puede decirse que "Peta" -como primero lo llamaron amigos y familiares y después el común de la gente-, pudo darle el gusto a su padre de verlo convertido en intendente. Es que don Saúl Bardengo, un veterano dirigente del radicalismo -se alejó tras la caída de Illia-, fue candidato en dos oportunidades, en las que no pudo llegar. Por eso el triunfo de su hijo fue como una reivindicación a tantas luchas.

Político de vocación, carismático y sobradamente verborrágico, Bardengo supo seducir con su discurso al electorado y luego al grueso de los chivilcoyanos, que redoblaron su apoyo a la gestión. Dice entender a la actividad política como una acción de servicio, justamente en una etapa crítica, en la que se acelera el desprestigio de los dirigentes. Asegura que la principal causa de esta degradación moral que vivimos como sociedad, es culpa de las mezquindades de lo que él define como las viejas prácticas políticas, que siguen vigentes.

Reconoce que es una actividad empobrecida moralmente y que es necesario rescatar para la sociedad el recupero de la conciencia y de los valores.


Místico -aunque no le gusta que así lo cataloguen y prefiere sí que lo identifiquen como un hombre con una enorme confianza en Dios-, de un profundo sentimiento mariano, sostiene que la Virgen debería ser la "Patrona de los políticos", porque hay rasgos en Ella que tendrían que ser imitados por los dirigentes: la humildad, la obediencia y el servicio. Y ejemplifica: la humildad por el poder que detentan, la obediencia al mandato del pueblo y el desempeño de las funciones tomado con vocación de servicio.

De obras máximas de su gobierno se recuerdan la reconversión lumínica -llegando a cubrir con las columnas hasta las avenidas de Circunvalación- y la creación de la sala de terapia intensiva del Hospital Municipal que con orgullo dice que es la más importante de Chivilcoy y la zona. Tampoco se olvida de la compra de maquinarias viales y de la construcción de algunas cuadras de pavimento. El endeudamiento que sobrevino y que se le adjudicó a su paso por la gestión municipal, lo rechaza rotundamente. Argumenta que el endeudamiento de los municipios comenzó en 1991, con la Ley de Convertibilidad, que congeló los precios y si bien hubo una "primavera en los bolsillos" de los particulares, el Estado en todos sus niveles comenzó a sufrir una profunda crisis financiera, que eclosionó en diciembre de 2001, con la caída del gobierno de Fernando de la Rúa.

Bardengo se define como un familiero de la primera hora y agradece la comprensión por las horas que tuvo que quitarle a su esposa e hijos, durante su tránsito por la función pública.


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Mantiene una muy buena relación con la gente, que "guarda un recuerdo gratificante de aquella época", subraya.

Está convencido de que la enorme frustración que sufrió el pueblo con la dirigencia, hace muy difícil remontar la caída. Haciendo un paralelismo con su gobierno, rescata el espíritu de cuerpo y el trabajo mancomunado. Hoy, el esfuerzo individual no se condice con el colectivo y ahí está la falla, opina Bardengo.

Ve a Chivilcoy con una gran perspectiva de futuro y dice que está en los hombres que escriban la historia de aquí a los próximos años, la concreción de ese sueño que todos acariciamos.

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