Dr. Julio Carlos Ferzola

lunes, 22 de octubre de 2007 · 01:14

El peor camino era irse

Juan Carlos Ferzola asumió el 10 de diciembre de 1999 y fue el candidato radical que sucedió a Bardengo, cuando todas eran rosas entre ellos. Después, los avatares de la política iba a separarlos, prácticamente en forma irreconciliable.

Ferzola empezó a militar activamente en el centenario partido recién en 1989. Seis años después, asumía como secretario de Bienestar Social, durante la gestión de Bardengo y en 1997 como concejal, banca a la que renunció para dedicarse de lleno a su candidatura a intendente. Siempre tuvo un acercamiento y una afinidad especial con la gente, por ese estilo particularmente entrador que lo identifica.

De espíritu ejecutivo e inquieto, no pudo concretar durante su gobierno las obras que tenía proyectadas. Le tocó afrontar la peor crisis que recuerde la Argentina y él mismo asegura que "el peor camino era irse", razón por la que decidió permanecer hasta el último día de su mandato al frente del Ejecutivo.

Con firme convicción expresa que dejar el barco a la deriva hubiese sido un acto de cobardía. Sus dos primeros años no fueron para nada fáciles. El endeudamiento municipal, la pelea interna con el partido -los concejales se convirtieron en sus peores enemigos, ya que le trababan todos los proyectos-, la distancia definitiva que tomó de Bardengo, el acercamiento a Randazzo -un dirigente justicialista que lo fogoneó desde la administración provincial mientras sus propios correligionarios lo boicoteaban-, los constantes paros de los trabajadores municipales en reclamo del cobro de sueldos adeudados, llegando incluso hasta la quema de cubiertas frente al municipio, marcaron los dos primeros años de su gestión. Años que Ferzola prefiere olvidar. Años en los que decidió "vencer la marea y llevar el barco a la costa".


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Cuando todos apostaban a su caída, se afianzó más al trabajo como intendente. Se lo veía desmejorado, su rostro ya no era el mismo que irradiaba simpatía, sino que había signos evidentes de preocupación. En la soledad del poder -que dice que en verdad existe-, porque cuando hay que tomar una decisión de peso todo recae sobre el intendente, Ferzola pondera el trabajo en equipo que logró mantener por parte de sus colaboradores, que no le quitaron el pecho a las balas. "Nunca me fui", repite, queriendo significar tal vez que cuando todo se desmoronaba, hubiese sido un acto de cobardía dejar a la ciudad a la deriva.

Los últimos dos años de gestión fueron más favorables. La familia, que juega un rol fundamental y decisivo en su vida, fue un gran sostén, aunque también sufrió los avatares de lo que significa la exposición pública en una época de desprestigio de la clase política. "La familia nunca me abandonó y acompañó mis acciones", remarca, destacando que en el gobierno -aún perdiendo las elecciones cuando fue por un segundo mandato-, siguió trabajando "hasta el último día".



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Como obras que seguramente van a recordarse de su paso por la función pública, está el mejorado de calles de tierra con piedra caliza, proyecto al que no duda de calificar de "progresista", porque trató de integrar a la ciudad, no haciendo tan notoria la diferencia con los vecinos que viven en el asfalto. Haber recuperado la Terminal de Omnibus para la comuna, luego de años de litigios judiciales y abandono del predio por parte del concesionario, es otro elemento que Ferzola meritúa, al igual que el proyecto de construir la sede propia de la Escuela de Artes Visuales en los altos de ese edificio, proyecto que estaría en vías de concreción. También se anota el haber dejado encaminados los trabajos para el traslado del basural municipal desde la prolongación de la Avda. Mitre -algo que fue calificado como "la vergüenza de los chivilcoyanos"-, hasta el futuro predio ubicado en la sección tercera de quintas.

Le hubiese gustado gobernar en parámetros normales, donde pudieran proyectarse y ejecutarse obras. "Goberné 4 años, pero hace cuenta que fueron 8", manifiesta, en virtud del default en el que cayó el país y que por supuesto repercutió en todos los ámbitos.

A Chivilcoy la ve como una ciudad con enormes potencialidades que deben ser aprovechadas, en un momento determinante como el que estamos viviendo. "Pero Chivilcoy tiene futuro, tiene futuro... sólo falta que todos estemos más unidos y tiremos hacia adelante", confiesa.
 

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