Fernando Antogna, pedaleando hacia los podios de América

lunes, 22 de octubre de 2007 · 00:00

Con el apoyo de los que siempre creyeron en sus singulares condiciones -entre ellos su amigo Jorge Luppo-, con el apoyo que le significó un equipo de la trayectoria y calidad de Toledo, el humilde pibe de Chivilcoy, aquel que no hace mucho tiempo esperábamos con ansias en la avenida Urquiza cuando a nuestra ciudad llegaba la tradicional "Doble Bragado", un día se fue a competir a Europa en las Copas del Mundo, en los Seis Días, no sin antes pasearse por el Panamericano de Brasil en 1998 (5º en la crono y 8º en pelotón) con la camiseta de la Selección Argentina. Más tarde estuvo en los Juegos ODESUR (Ecuador 1998).

Con la Selección Argentina logró en el Sudamericano de San Juan, la medalla de bronce Individual en la prueba contrareloj. Esa camiseta con la que estuvo a punto de cumplir su máximo sueño -participar de la competencia amateur más importante del planeta-, las Olimpíadas de Atenas 2004. Faltó una pedaleada más y no fue precisamente la suya, para alcanzar la máxima ambición del deportista de cualquier latitud, de cualquier raza o religión. En el Panamericano que se disputó en Trujillo (Venezuela), en el mes de junio de 2004, logró medalla de bronce en persecución individual, consiguiendo su máximo logro internacional. De bajo perfil, de pocas palabras y piernas de acero, se fue haciendo notar, a tal punto que en algún momento de su rica trayectoria, los hermanos Curuchet lo catapultaron desde la posición de " peón de lujo del equipo", a la posibilidad de ganar carreras (ganó la Rosario - Santa Fe 2003 y La Vuelta del Valle 2004). Tributo lo incluye entre sus páginas, aún teniendo en cuenta magníficos exponentes históricos de las dos ruedas locales, por su trascendencia internacional, porque cruzó raudamente la frontera, para instalarse en el epicentro del mundo, compitiendo en el Mundial de Australia 2004.

Para los que creyeron en él cuando simplemente era "Noté" y para los que empezaron a celebrarlo cuando se transformó en Fernando Antogna, es gratificante elevarlo a la categoría de los grandes. Incansable en la ruta, dispuesto a entregar todo en la pista -que no es su fuerte-, obediente, disciplinado y buen compañero, Fernando Antogna entró en la historia del deporte local con el silencio de sus palabras y la trascendencia de sus actuaciones.

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