Carlos Alberto González, un 'Oso' surgido en la Mitre

domingo, 21 de octubre de 2007 · 00:00

Un 'Oso' surgido en la Mitre

A lo largo de su historia, el deporte de Chivilcoy ha tenido representantes que dejaron su huella y que son recordados por sus participaciones en distintas disciplinas. Y dentro de ese repaso, no podemos dejar de mencionar a Carlos Alberto González, el 'Oso', quien marcó una época en el básquetbol y fue el referente de muchos jóvenes en su tiempo de esplendor.

Comenzó su carrera deportiva en el Club San Lorenzo, pero apenas terminado el bachillerato, mudó su estampa a otras canchas, consagrándose campeón con Gimnasia y Esgrima La Plata primero, y campeón provincial con la Selección de La Plata después, cortando una hegemonía de Bahía Blanca que acumulaba ocho años. Su talla y gran nivel de juego lo llevaron a ser convocado para la Selección de Provincia de Buenos Aires, y siempre con la camiseta número 13, formó parte del 'ciclo de oro' con jugadores como Alberto Cabrera, Ernesto Ghermann, Adolfo Perazzo, Alfredo Monachesi, José Ignacio De Lizaso, Atilio Fruet, nada menos. Con la camiseta de Buenos Aires debutó en el Argentino de 1969 en San Luis, y con ese grupo consiguió cinco campeonatos consecutivos (ocho en total), hasta que en el año 1973 se fue a Brasil, donde nuevamente se coronó campeón con el Palmeiras cerrando una trayectoria que difícilmente pueda ser igualada. En el medio quedaron las convocatorias para la Selección Argentina, equipo del que fue capitán y con el que ganó a nivel Sudamericano.


Regresó pocas veces a la ciudad de Chivilcoy, y una de ellas fue el 27 de agosto de 1974, cuando Palmeiras visitó a San Lorenzo en la inauguración del estadio cubierto en la calle Río Juramento. Cuando anunciaron los planteles, al llegar el turno de Carlos González surgió la ovación. Por largos minutos todo el mundo aplaudió con ganas, poniendo el alma en cada batir de palmas. Y el 'Oso', en el medio de la cancha, recibió toda la oleada de afecto con su habitual humildad. Luego, abrazó a su madre y le entregó las flores que le obsequiaba el club, mientras seguían los aplausos y se notaban lágrimas en muchos ojos.

Un señor dentro y fuera de los campos de juego, deportista cabal, siempre provocó el elogio de propios y extraños. Al transformarse en un deportista internacional nada había cambiado de aquel muchacho bonachón y humilde que se había ido del barrio y del club hacía mucho tiempo, llamado por el estudio y el deporte.

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