Por Martín Herscovich
El dólar en el sube y baja
La suba del dólar
fue tapa de todos los diarios los últimos días. El precio de la moneda
estadounidense subió desde $16 a $17,20 en el lapso de 3 semanas, con un récord
de $17,40 el 5 de Julio. De punta a punta, tuvo un aumento del 8% aproximado.
Las causas de
esta devaluación son varias y no solamente económicas, sino también políticas y
socio-culturales. Por un lado, tenemos la presión por vía de la demanda. La
primera de ellas, no por eso la más importante, tiene que ver con un factor
estacional. En esta época del año, cuando las empresas y el Estado pagan el
aguinaldo a sus trabajadores, se necesita más liquidez (más pesos) que en otros
momentos y ese excedente de moneda que se vuelca al mercado suele destinarse a la
compra de dólares.
Dentro del factor
político, podemos destacar la oficialización de las candidaturas para las
elecciones legislativas y, principalmente, el hecho de que la ex-Presidente
Cristina Fernández de Kirchner se situara, en varias encuestas, a la cabeza de
las preferencias de los electores bonaerenses. Ante este escenario, frente a
una eventual derrota del oficialismo, es que las expectativas sobre una
devaluación futura pegaron fuerte en el contexto económico actual, llevando a
que los grandes compradores de dólares (importadores y bancos) adelantaran sus
pedidos de divisas. Por el lado de la
oferta, se observo que la liquidación de
exportaciones por parte del complejo agroindustrial fue, durante el primer
semestre de 2017, un 14% menor que en el mismo periodo en 2016.
En el medio, tenemos a un Banco Central cuya
política es de no intervención, dejando que la oferta y la demanda regulen el
mercado de divisas. Solo cuando los
exportadores de granos liquidaron sus divisas y algunos bancos vendieron
dólares al final de la última semana fue que se logro bajar el precio a $17,20.
Ahora, la
pregunta que nos hacemos es cómo impactará en la economía local y en el día a
día el hecho de que el peso valga menos. Claramente un mayor precio del dólar
hace que los productos importados se encarezcan, pero también se encarecen los
insumos de los productos fabricados localmente, por lo que es esperable,
especialmente en Argentina, que la inflación aumente o, por lo menos, no deje
de caer durante los próximos meses. Cabe aclarar que el tamaño del impacto
dependerá de la política monetaria que adopte el Banco Central (tasas de
interés más altas) y del margen que tengan los comerciantes de aumentar sus
precios en un contexto donde el consumo está estancado. Por otro lado, los industriales que exportan
y el sector agropecuario se verán favorecidos por un incremento en el precio de
los productos que venden. Esto mejorará su ecuación económica teniendo, en
cuenta que la inflación en pesos con un dólar planchado iba en desmedro de su
rentabilidad. Podríamos suponer que una mejora en la situación de estos dos
últimos sectores tendría un impacto positivo en el nivel de empleo,
incentivando la contratación de nuevos trabajadores o de horas extras. Cabe
aclarar que el impacto en el empleo no es una cuestión de corto plazo y
dependerá, principalmente, de que la ganancia de competitividad por el aumento
del dólar no se vea afectada por el aumento de costos en pesos vía inflación.
Hasta aquí hemos
tratado de analizar, de manera sencilla, los movimientos de un mercado muy
complejo donde juegan factores políticos, económicos y culturales. La pregunta de qué va a pasar con el dólar es
imposible de responder. Lo que sí está claro es que la devaluación no es una
forma genuina de ganar competitividad, a pesar del reclamo insistente de
algunos sectores. Para lograr una mejora
que sea sostenible en el tiempo es necesario recurrir a reformas en materia
impositiva, de infraestructura y de formación laboral. Si no logramos esto,
vamos a seguir atrapados en un círculo de vicioso de estancamiento económico,
donde los que ganan un salario fijo pierden mes a mes contra la inflación y
donde las PyMEs dejan de vender lo que los trabajadores no pueden comprar.
Martín Herscovich
Economista