Por Marcelo Elias

Gradualismo, difícil, lento y… racional

jueves, 13 de julio de 2017 · 00:00

El gasto social consume el 55% del presupuesto nacional, 16 millones de personas reciben fondos de la seguridad social, 4 de cada 5 pesos se asignan a jubilaciones y pensiones, , el otro a la Asignación Universal por Hijo y las asignaciones familiares, 6 2% de este gasto va a los planes sociales.
A esto hay que sumar el gasto social con recursos y ejecuciones provinciales y municipales.
Hoy revisten en el estado 3600000 compatriotas, que se distribuyen aproximadamente en: 2300000 en las provincias, 575000 en los municipios y 750000 entre la administración central, las Fuerzas Armadas y los hospitales nacionales.
A esto se deben agregar los gastos en subsidios a los servicios públicos, que pese a los ajustes de tarifas siguen siendo importantes y otros a distintos sectores productivos destinados a sostener actividades con problemas de competitividad y por ende empleos.
La presión tributaria del 34% del PBI es una de las más altas del mundo, En los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) es del 34,4%. 
Éste no es un tema ajeno al consumidor. Un 40% del precio final de los alimentos son impuestos. El 50% del precio de la nafta son gravámenes; esa misma carga tributaria paga un comprador de bebidas; de cada $ 100.000 gastados en un auto, $ 54.000 son impuestos.
Está claro que no es sencillo achicar el gasto público sin profundizar, aun más, situaciones sociales no deseadas, también las dificultades para bajar o eliminar impuestos sin incrementar más el déficit fiscal.
Con este estrecho panorama fiscal/social parece razonable el gradualismo practicado por el gobierno, que ha logrado restablecer el crédito externo para endeudarse a tasas razonables, no usurarias como en su momento las venezolanas. De esta manera se controla la emisión y sus efectos inflacionarios y no se hecha mano descontroladamente a recursos organismos públicos que no tienen por que financiar gasto y déficit.
También se accede, gracias a los nuevos rumbos de nuestra política internacional, a importantes recursos de organismos internacionales que a tasas y plazos muy favorables se aplican a obras de infraestructura productiva y social. 
La realidad se presenta gris, por momentos indeseada, a todos nos gustaría ir más rápido. 
Algunos plantean bajar el gasto y bajar impuestos otros aumentar el gasto y bajar impuestos.
A su vez muchos se quejan del endeudamiento, no quieren emisión, critican el dólar bajo que afecta la producción nacional y el dólar alto que degrada el salario. 
Nadie propone algo que cierre y sea ejecutable, nadie ofrece una receta para salir de la gradualidad sin que nada estalle. 
En tanto el gobierno trata de achicar el déficit sin empeorar la situación social, generar condiciones para una reforma tributaria, generar mejores condiciones de productividad con trabajosos y complejos acuerdos sectoriales, ejecuta con distintas herramientas un agresivo programa de viviendas, realiza inversiones millonarias en obras públicas y promueve agresivamente la Argentina en el mundo en la búsqueda de mercados e inversores. 
No es fácil esperar los tiempos razonables del cambio, pero vale la pena, por eso creo que en este turno electoral debemos extender el crédito a las administraciones del Presidente Macri y la Gobernadora Vidal.

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