Por Guillermo R. Pinotti
La “Democracia” de los dueños de la lapicera
Vivimos en un tiempo donde quienes por arbitrio del destino o un golpe de suerte político, o tal vez por influencias que vienen de arriba o la importancia de significativos aportes económicos, terminan siendo por un tiempo los dueños de la lapicera. Esa lapicera que en un café o algún living escribe en un papel quien queda adentro y quien queda afuera; quien va primero, segundo o tercero. Habilidad de tres o cuatro que coronados por sumisos obsecuentes del entorno con el don de "cintura política”, mantienen todavía cautivo a un pueblo entero y sus bases en el engaño y trampa de esta defectuosa y desvirtuada democracia.
En todos los
partidos políticos y agrupaciones, han logrado dormir a las bases y militantes,
quienes casi en inducción hipnótica van y vienen, participan en actos y avalan
todo, se juegan por ideales que terminan siendo volátiles ante los intereses de
los dueños de las lapiceras. Y así esperan estupefactos en todos lados los desdichados militantes, en todas las
agrupaciones y partidos políticos, con ansiedad y sumisión extrema, que se pase lista para ver quienes quedan y
quienes se van. Los que están adentro y los que están afuera. Los que son leales
y los que tildan de traidores. Y aquello que con la lapicera mágica se escribe
es "palabra santa”.
Y no termina todo
allí, porque luego los reglamentos, leyes u ordenanzas que con aquella lapicera
se dibujen, nadie podrá sugerir una coma o un punto menos. Ni debatirla
previamente a ser presentada. Y así, "a libro cerrado”, como comúnmente se
denomina, todo va para adelante… y la democracia cada vez más abajo.
Y lo más triste
es que pueblo y militantes todos, siguen adormecidos en una prolongada siesta.
Esperando. Espera sin respuesta desde cualquier lado. Desde cualquier sector.
Hasta que el hartazgo y la angustia nos aniquile.
Y la única
realidad y esperanza posible es un pueblo despierto, que tome la decisión de
una vez por todas desde las bases y raíces a empuñar por sí solo la lapicera
para escribir su historia, sus verdades y sentimientos, y dejar de esperar que
discursos engañosos y promesas inciertas de, nos sigan doblegando y
adormeciendo mientras – como a nuestros abuelos y padres – a nosotros se nos va
también la vida. Seamos partícipes en un futuro, para arbitrar medios donde en
nuestra democracia, nuestra voz se oiga y que elijamos desde el llano a quienes
nos representan. Que el pueblo empuñe de una vez por todas sus lapiceras, y
empiece a escribir por sí solo su propia historia.
Guillermo R.
Pinotti