Por Carlos Dellepiane
Elogio del Sindicalismo
Días atrás el
doctor Juan Manuel Casella publicó en Clarín una nota titulada: Sindicalismo:
Pasado y Futuro. Debo decir que me sorprendió. La misma, a mi juicio,
constituye una recopilación de cuanto prejuicio existe en la sociedad argentina
sobre los sindicatos de trabajadores. No la esperaba de un hombre que llegó a
desempeñarse como Ministro de Trabajo de un Presidente como el doctor Raúl
Alfonsín. A ella me remito.
Aquí solo deseo señalar que las sociedades tienden
a organizarse en un sistema de pesos y contrapesos para alcanzar determinados
equilibrios. Cuando el sindicalismo alcanza formas estables de organización y
permanencia se convierte en un contrapeso de importancia al poder económico.
Nuestros sindicatos
se desarrollaron con un profundo sentido nacional, alejado de concepciones
internacionalistas que fracasaron en todo el mundo. Aquí llevaron dignidad a
los trabajadores, facilitando en buena medida la expansión de la clase media.
Por caso, los hijos de los trabajadores pudieron, por fin, entrar a las
universidades. En los países donde no existe desarrollo sindical las clases
medias no logran afirmarse.
La defensa del
salario y de las fuentes de trabajo, son actividades básicas de los sindicatos.
Sus herramientas esenciales son la negociación colectiva y la huelga. El
salario alimenta al comercio y a la industria volcada al mercado interno.
Argentina es casi 90 % mercado interno. Las exportaciones representan solo el
11 % del PBI (en México el 35 %, en Chile el 30%, en Alemania el 47 %).
Argentina presenta serios problemas de competitividad, pero esto no se resuelve
devaluando para deprimir salarios. Los gobiernos tienen que adoptar otras
decisiones. Mejorar infraestructuras viales, energéticas, portuarias, revisar
impuestos, promover incorporación tecnológica, etc. En la Argentina un dólar alto significa
salarios bajos y alimentos caros. Sin embargo se opta siempre por la más fácil,
recuperar competitividad devaluando. Ni siquiera se hacen cargo, dicen "devaluó
el mercado”, vale decir, nadie. Hace tiempo que escucho decir a algunos
economistas "Argentina vive por encima de sus posibilidades”. Quien? Un
trabajador que se compró una heladera en cuotas o los empresarios del juego?
Con este ejemplo –que admito burdo ex profeso- quiero señalar que hay mucha
tela para recortar antes que el salario.
El poder
económico no es homogéneo –hay peces grandes y peces chicos- pero es permanente
sobre las sociedades. Contaba Giovanni Agnelli, nieto del fundador de la FIAT,
que siendo un muchacho viajó a la Unión Soviética formando parte de una
delegación del gobierno Italiano. Allí los recibió Nikita Kruschev quién en un
momento de la visita lo invitó a hablar a solas. Agnelli sorprendido por la
invitación le preguntó porqué deseaba hablar con él cuando en la delegación se
encontraba el Primer Ministro y las principales figuras del gobierno y de la
oposición. Kruschev le contestó "es muy sencillo Agnelli, ellos hoy están en el
gobierno y mañana no, usted en cambio siempre va estar en el poder, por ello
los acuerdos permanentes los tenemos que hablar con usted”. Kruschev tenía
razón, Agnelli ya no está, murió en 2003, pero su familia continúa en el poder.
La FIAT duró más que la Unión Soviética.
El poder
económico debe tener como contrapartida un poder sindical permanente para
asegurar los equilibrios sociales. La inexistencia o debilidad de las
organizaciones gremiales determina que los gobiernos –cuyo poder político es
por naturaleza el más provisorio- no puedan arbitrar el conflicto por carecer
de un punto de apoyo fundamental. En estos casos el poder económico pone a los
gobiernos a su servicio y se come todo el pastel. Pero la historia no termina
allí, a continuación el pez gordo se come al chico. Sin arbitraje del Estado,
la gran empresa tiende a desplazar a las pequeñas. Los países que acumulan
experiencia sobre estos mecanismos desarrollan organizaciones sindicales
poderosas, contribuyendo de este modo a generar sociedades integradas.
Alemania, EEUU, Italia, Francia y los países escandinavos, entre otros, más
allá de sus particularidades nacionales, son un ejemplo de sindicalismo
moderno.
Carlos Dellepiane