Por Luis Rositto

Malos tiempos… buenos deseos…

domingo, 28 de mayo de 2017 · 00:23

No vivimos un buen año. De eso estamos seguros todos los argentinos. Debe ser lo único en que hay coincidencia total.

Por una parte no hubo modificación alguna en términos sociales, con la "pobreza instalada como un mal endémico atajado malamente por la enorme cascada de dinero que son los planes sociales".

A la vista de la política económica, no parece que quepa esperar tampoco grandes novedades de bonanza para este 2017 en este sentido, sólo lo que impulse el año electoral. Mientras tanto sufrimos los avatares de aumentos ciclópeos en servicios esenciales para mantener la dignidad de los hogares, aumentos que en muchos casos serán imposibles de afrontar.

Mientras tanto, la vida, los placeres del cuerpo y del espíritu transcurren al alcance de nuestras manos, a un paso del alma y a un latido de nuestro corazón...

Nuestros miedos, nuestras impotencias e inseguridades, hacen que interpongamos, que inventemos, entre ellos y nosotros la distancia y, así, después nos resulte tan difícil encontrar el camino hacia nuestros sueños. Hacia la realidad donde desviven los desposeídos.

Todo es tan vulnerable como nosotros mismos dejamos que sea.

Nos pasamos la vida anhelando seguridad para poder hacer esto; tranquilidad por si nos sale aquello o solvencia porque sí, nada más y nos olvidamos que todo eso está dentro nuestro, por lo menos lo más importante de todo.

Seguridad en lo que hacemos por nosotros y por los otros. Tranquilidad de conciencia, que es lo único que te hará dejar de tomar pastillas para conciliar el sueño.

Solvencia emocional, para enfrentar de igual manera los momentos malos y los buenos. Y luchar. Luchar con integridad para no olvidarnos nunca de que hay una brecha entre ricos y pobres cada vez más excluyente, cada vez más insensible y condicionante. Y aunque esa brecha existe en lo material, la pobreza se siente en los bolsillos y en el estómago, pero siempre tiñe de suciedad el alma. Es más estructural que la corrupción. Y a veces se oculta -intencionadamente- detrás de la grieta que alientan más que nada algunos políticos, para esconder sus taimadas intenciones de sobrevivencia y sus amanuenses, disfrazados de periodistas y opinólogos.

Es muy difícil conseguir la dignidad necesaria en épocas de corrupción o de ajustes salvajes donde tambalean los valores y se empobrece a generaciones enteras sólo para que tengan sentido las mentiras de aquellos que "pisan fuerte sobre la pobre inocencia de la gente", aunque hayan cambiado el verde oliva de sus ropas por la delicada sobriedad de los trajes de Armani.

El presente se desvanece demasiado rápido como para no verlo, no disfrutarlo, no sacarle hasta la última gota de aprendizaje, de vida.

Intentar el encuentro desde la seguridad de que es totalmente cierto aquello de que "¡cuánto más podría el hombre llegar al encuentro con el otro si nos acercáramos los unos a los otros como necesitados que somos, en lugar de figurarnos ser tan fuertes!”

Tender puentes hacia los demás desde el sentimiento, desde el respeto y la palabra, como nos pasa en la vida, cuando nos miramos y nos descubrimos, borrosos, cuando la emoción nos traspasa; o como cuando no nos vemos, porque la risa estalla en nuestros sentidos y cerramos los ojos, como queriendo atrapar la palabra o el gesto que la hicieron explotar inundándonos el alma de sensaciones placenteras. Eso es la vida. Un puente, una compuerta en nuestros corazones, donde, sin visa ni pasaporte, pasamos del llanto a la alegría desmesurada, con la facilidad con que conviven los buenos vecinos.

Tender puentes por lo que ello significa, por la reciprocidad que lleva implícita en sí misma la palabra. El puente lleva y trae, es de tránsito libre. Mutuo. Las puertas si bien es cierto que se abren para muchos, también lo es que se cierran, cada vez más, para muchos más.

Entendamos definitivamente que no podemos esperar a que suceda una hecatombe para animarnos a hacer o a decir ciertas cosas.

Les deseo que siempre tengan algo por qué vivir… alguien por quién vivir… una batalla para dar… para entender definitivamente que la vida merece ser vivida desde el compromiso. Sólo durante los tiempos difíciles es donde las personas llegan a entender lo difícil que es ser dueño de sus sentimientos y pensamientos.

 

 

 

Comentarios