Custodiar los ideales
La prepotencia empresaria del gobierno nacional, disfrazada de ideales republicanos, viene a reimponer el neoliberalismo. Como lo hicieron los milicos, Menem y De La Rúa, vienen a ajustar el Estado, minimalizarlo, atarle las manos hasta dejarlo imberbe ante los apetitos voraces del mercado.
Y esa es la fiesta en la cual vociferan “ahora o nunca”. Saben que las heridas de endeudamiento y sometimiento del pueblo a los designios poderosos de adentro y afuera, tienen a la larga alguna resistencia popular. Esa resistencia en realidad, es un errático instinto de orgullo nacional que va y viene con las épocas. Ahora la mayoría volvió a votar la sangría general a pesar de que la nafta se ha triplicado y los alimentos también, dejando los salarios y los ingresos atrasados. Ahora está primando “ese instinto inmolador” en donde nuestra sociedad, sin empachos, decide vulcanizar sus sueños y dejarse penetrar por los cantos de sirena de la “modernidad transparente y republicana”.
Apalancada por los grandes medios de comunicación que hoy suplen con su ahínco, el servicio de las fuerzas armadas de antaño, aún los peores males económicos y soberanos parecen encendidos espejitos de colores.
La justicia, mancillada por un poder narcotizado por los mismos antivalores, es hoy la muestra de aquella reforma integral que el gobierno anterior quiso abordar para sanearla. Cuando la justicia sucumbe a los poderes fácticos, no hay más nada que hablar en una Democracia. Si la justicia beneficia a un partido gobernante encarcelando a luchadores sociales o a políticos sin que aún estén las sentencias del caso, ya nada puede esperarse de este sistema político.
Como ya ocurrió en las dictaduras neoliberales anteriores, nuevamente, esos argentinos que hoy aplauden como otrora, se esconderán en el futuro negando haber abierto las puertas del corral de par en par.
Resistencia, valor, ideales y consumo irrestricto de nuestros medios de comunicación nacionales y populares. Únicos antídotos para no caer en una profunda depresión que implica ver caer como si nada, a nuestros mejores y más cálidos ideales.
Seguimos resistiendo.-