Por Marcelo Elias

Triunfo y humildad

lunes, 23 de octubre de 2017 · 15:44

 

Filosofía de Café: es más fácil ser un buen ganador que un buen perdedor. Parece lógico y natural, que así sea; pero no siempre se verifica, particularmente en política.
Se puede entender que el perdidoso tenga una mala reacción; que se le salte la cadena, como se dice en el barrio. Esto pasa en un fulbito, una partida de truco, un pin pon o cualquier otra disciplina deportiva o lúdica. También, se da en la política con distintos grados de maldad, ceguera y hasta rencor, que se torna más dañino, que en otros campos.
Ahora, en la política es deseable, inteligente y beneficioso para la sociedad, que el ganador tenga un ataque de grandeza y no uno de soberbia; se incline por la generosidad en vez del egoísmo; se sienta responsable, deudor y no, poderoso e impune, por el respaldo popular y el triunfo electoral de circunstancia.
No siempre sucede esto. A veces, los protagonistas principales y otras los laderos y alcahuetes de turno, se suben al carro de los triunfadores y chocan contra la realidad, haciendo fracasar proyectos y frustrar sueños.
En el 83, el triunfo de Alfonsín alimentó la fantasía del “tercer movimiento histórico” y los “cien años de democracia”, confundiendo el apoyo popular con la permanencia larga de la UCR en el poder.
Alfonsín para echar las bases de la democracia moderna, tuvo que luchar contra aquella creencia del mismo modo que debió atacar a enemigos y obstáculos al cambio. 
Más adelante, Menem hizo todo lo permitido y cometió todos los excesos, hasta lograr la reforma constitucional con su reelección, intentando, incluso, vía reforma o interpretación de la Constitución, un tercer mandato.
Los sueños de poder “eterno” de Menem y sus adláteres tuvieron un altísimo costo social, entre otras cosas por demorar la salida de la convertibilidad para mantener su continuidad.
De la Rúa y su grupo Sushi, no tuvieron recorrido para soñar demasiado, pero en su corto periodo mostraron algunos destellos de mareo triunfal.
Néstor y Cristina, durante los primeros tiempos de gobierno y con la autoridad basada en una expresión electoral minoritaria, fueron exponentes del ejercicio del poder destinado, a restablecer el valor de la autoridad política presidencial. 
Más adelante, desnudaron que no era ese su objetivo, y después del triunfo del 2005 pusieron en marcha el plan 16, cuatro mandatos alternados entre los cónyuges, frustrados por la repentina muerte del marido presidencial.
Igual esto no melló en nada la soberbia y la ambición de Cristina, alimentada por alcahuetes y vivillos de toda laya (recordar la Cristina eterna deseada por Diana Conti).
A partir del triunfo del 2011, proclamó el famoso “VAMOS POR TODO” y no tuvo freno para cometer todo tipo de excesos, termino cometiendo errores groseros en el armado de la campaña 2015 que corono con una derrota.
Hoy, con las mieles del triunfo acariciándolo, estoy convencido que Mauricio Macri no se va a creer Napoleón, Yrigoyen o Perón. Será capaz de resistir los cantos de los aduladores de turno, como ya lo hizo como Jefe de Gobierno.
Se sentirá deudor. Se cargará de responsabilidades y trabajará incansablemente con convicción y amplitud para terminar de construir la plataforma de despegue de nuestra Nación Argentina, sin soñar con la eternidad de su poder.
Seguro que Mauricio, no se la creerá.

Comentarios

27/10/2017 | 22:58
#164794
Nuevamente felicito al Sr. Elias, que no conozco pero en cada nota demuestra coherencia, sensatez y conocimiento. EXCELENTE!!!!!!!