Por Fernando Poggio
Un triunfo de la Democracia
No son pocos los intendentes y gobernadores que se plantaron ante la decisión del Presidente Mauricio Macri de declarar "movibles” los feriados del 24 de Marzo y el 2 de Abril, dos de las fechas más emblemáticas para nuestro país. La "rebelión” a esta repudiable decisión se extiende rápidamente. Entre los primeros se anotó Guillermo Britos, intendente de Chivilcoy, quien emitirá sendos decretos declarando asueto e invitando a todas las actividades y sectores a sumarse a esta medida, elogiable decisión de pensar ambas fechas como "inamovibles” en su conmemoración, que para eso se establece el feriado nacional.
Mauricio Macri ha dado una nueva muestra de desprecio hacia dos de las fechas con mayor contenido simbólico de los últimos tiempos. El 24 de Marzo, Día de la Memoria, por la Verdad y la Justicia, en el que se conmemora el inicio de la etapa más siniestra de la historia argentina con el golpe cívico-militar de 1976, y el 2 de Abril, en el que se recuerda a los caídos en la Guerra de Malvinas.
No es nuevo que Macri intente banalizar lo ocurrido con la dictadura y el Terrorismo de Estado. Ya lo hizo invitando al presidente de EE.UU. (país que promovió los golpes militares en Latinoamérica) para el 24 de Marzo del año pasado y poniendo en duda la cantidad de desaparecidos. Ahora, escupe sobre la fecha y además intenta licuar las movilizaciones que se realizarán ese día.
Por el contrario, generó una impresionante reacción en sentido contrario con duros cuestionamientos de los organismos de Derechos Humanos y una marcha del 24 que promete ser la más numerosa de la historia, más el alineamiento de centenares de intendentes, concejales, diputados, senadores y varios gobernadores de distintos espacios políticos que ratificaron como inamovibles ambas fechas porque son jornadas pare reflexionar, recordar y homenajear, para decir nunca más a los golpes militares, al Terrorismo de Estado, a las desapariciones forzadas de personas, al robo de bebés, a la persecución política, a la destrucción del aparato productivo en beneficio de potencias extranjeras, el decir nunca más a la guerra y el de enviar a la muerte a centenares de jóvenes para evitar la caída de la dictadura más sangrienta de Sudamérica.
La encarnadura de esos ideales es un triunfo de la democracia.