Opinión
Los argentinos soñamos en colores y vivimos en blanco y negro
La tiranía de la
inmediatez hace que nos asomemos constantemente a cuanto programa de radio o
televisión marque la agenda del día y que esperemos los diarios de mañana para
volver a consumir lo mismo, según sean las preferencias intelectuales o
políticas de cada uno de nosotros. Las redes sociales, con Facebook y Twitter a
la cabeza, las páginas web de los diarios reciben cada vez más visitas de
millones de argentinos sedientos por encontrar coincidencias y divergencias sin
advertir que, desde que los empresarios manejan los medios, la verdad ha dejado
de ser el objetivo principal. Ha dejado de tener importancia. Hoy se trabaja
sobre las sensaciones que esa verdad produce en la gente. Cada vez más
deliberadamente los productos que se ofrecen tienen que ver exclusivamente con
eso. Lo que quiere la gente. Ignorando olímpicamente que –a lo mejor- el
problema es lo que quiere la gente. Parece ser una verdad a voces que lo mediático
tiene un gran poder sobre la opinión pública. Y, partiendo de esa discutible
premisa, conductores, productores, entrevistados, panelistas, plumas
domingueras van por su porción de ese poder, apoyados en la parafernalia de
multidad de voces que hablan, se gritan, se susurran, pero nunca se escuchan
entre sí. El colorido, la diversidad, la madurez se mezclan con el insulto, el
exabrupto, la repetición sistemática de argumentos endebles por repetidos e
intencionados.
Eso sí, todo esto
sucede en colores.
Tal vez por eso,
prefiero el blanco y negro de algún libro para buscar verdades que hoy se
encuentran retorcidas por políticos, algunos periodistas y amanuenses del poder
de turno. Y de los que están haciendo horas extras.
"El hombre
mediocre” es un libro del sociólogo y médico italo-argentino José Ingenieros,
publicado en el año 1913. La obra trata sobre la naturaleza del hombre,
oponiendo dos tipos de personalidades: la del hombre mediocre y la del
idealista, analizando las características morales de cada uno, y las formas y
papeles que estos tipos de hombres han adoptado en la historia, la sociedad y
la cultura.
Realmente les
recomiendo su lectura. Y encuentro otro motivo más para agradecer a mi viejo,
que me lo dio para leer cuando yo tenía sólo quince años, con estas palabras,
"no sé lo que vas a ser, pero sería bueno que leas esto para que tengas en
claro lo que no deberías ser”.
Para que
comprueben en qué se basaban aquellas palabras de mi padre, les acerco este
fragmento de "El hombre mediocre”:
"Cada cierto
tiempo el equilibrio social se rompe a favor de la mediocridad.
El ambiente se
torna refractario a todo afán de perfección, los ideales se debilitan y la
dignidad se ausenta; los hombres acomodaticios tienen su primavera florida.
Los gobernantes
no crean ese estado de cosas; lo representan.
El mediocre
ignora el justo medio, nunca hace un juicio sobre sí, desconoce la autocrítica,
está condenado a permanecer en su módico refugio.
El mediocre
rechaza el diálogo, no se atreve a confrontar, con el que piensa distinto. Es
fundamentalmente inseguro y busca excusas que siempre se apoyan en la
descalificación del otro. Carece de coraje para expresar o debatir públicamente
sus ideas, propósitos y proyectos. Se comunica mediante el monólogo y el
aplauso.
Esta actitud lo
encierra en la convicción de que él posee la verdad, la luz, y su adversario el
error, la oscuridad.
Los que piensan y
actúan así integran una comunidad enferma y más grave aún, la dirigen, o
pretenden hacerlo.
El mediocre no
logra liberarse de sus resentimientos, viejísimo problema que siempre
desnaturaliza a la Justicia.
No soporta las
formas, las confunde con formalidades, por lo cual desconoce la cortesía, que
es una forma de respeto por los demás.
Se siente libre
de culpa y serena su conciencia si disposiciones legales lo liberan de las
sanciones por las faltas que cometió.
La impunidad lo
tranquiliza.
Siempre hay
mediocres, son perennes. Lo que varía es su prestigio y su influencia.
Cuando se
reemplaza lo cualitativo por lo conveniente, el rebelde es igual al lacayo,
porque los valores se acomodan a las circunstancias.
Hay más
presencias personales que proyectos.
La declinación de
la "educación" y su confusión con "enseñanza" permiten una
sociedad sin ideales y sin cultura, lo que facilita la existencia de políticos
ignorantes y rapaces." (Del libro: "El Hombre Mediocre" de José
Ingenieros).
"En todos
los tiempos y lugares el que expresa su verdad en voz alta, como la cree,
lealmente, causa inquietud entre los que viven a la sombra de intereses
creados". J.I.