Por Diego Manusovich
Más comunidad
Las sociedades, en casi todo el mundo, decidimos delegar el bien común en el Estado. Tributamos nuestras tasas y nuestros impuestos para sostener ese coloso aparato del "bien común”.
El Estado se encarga de las escuelas, las universidades, la policía, el sistema para la renovación del registro de conducir, el control de la sanidad de los animales, las certificaciones para construir nuestras casas, el mantenimiento de calles, plazas y puentes. El sistema de salud y todo el andamiaje social para tratar de mitigar el impacto del sistema capitalista. Este sistema económico, político y social que reparte dones, beneficios y destrozos según la cuna en que hayamos nacido; es un modelo caprichoso, voraz e imperfecto.
¿Llega alguna vez la mano amorosa del Estado a corregir las inequidades del sistema? ¿Logra el aparato sofisticado del Estado resolver la ecuación que el propio sistema genera?
Salvo en algunos honrosos países nórdicos en donde el Estado es equitativo en su esencia, en el resto del globo, el invento de esa "super estructura” es sólo una máquina de buenas intenciones.
¿En qué países se vive un capitalismo equitativo en donde no hay nacidos en hogares sufrientes? ¿En qué ciudades realmente el Estado logra ayudar de verdad a los más desprotegidos dándoles una vida digna e integrada al conjunto?
Creo que los seres humanos nos quedamos a mitad de camino de las buenas intenciones. Creamos un Estado con la misión de organizar, proteger y ayudar pero resulta a ojos vista, una cáscara semi vacía de declamaciones huecas. Todos hemos "delegado” en el Estado la misión de velar por esas injusticias, liberándonos de toda pequeña acción comunitaria.
La solidaridad social casi ha desaparecido. A no ser por alguna rifa ocasional de una institución de la sociedad civil, los ciudadanos no experimentamos sensaciones comunitarias.
¿Cómo vive el otro? ¿Se alimenta el otro? ¿Tiene frío? ¿Tienen juegos para forjar el ocio y el pensamiento? ¿Tienen libros para aprender a pensar? ¿Se escuchan o se golpean? ¿Cómo salen del barro cuando llueve?
Hemos firmado un pacto social enfermamente individualista. Cada uno de nosotros apenas mira a amigos y familiares. Pero "todos” somos un grupo humano que perfectamente podría vivir en armonía si estuviéramos realmente contenidos.
¿Vieron qué fácil es empujar un auto descompuesto de a cuatro? ¿Vieron que fácil es hacer una cama de a dos? ¿Vieron qué rápido se muda una casa con diez personas voluntarias?
No sé. Creo que el invento del Estado mega responsable y omnipresente es una concepción casi utópica. Como hay millones de personas que evaden sus responsabilidades tributarias para sostenerlo, también hay quienes ocupan puestos en el Estado sin estar mínimamente preparados para entender esa responsabilidad (sumado a la ideología de algunos gobiernos de "no querer” un Estado amoroso)
Sintetizando: nuestros acuerdos solidarios a través de esa imperiosa institución, no deben implicar que nosotros abandonemos nuestros lazos altruistas. Sería tan fácil, si los que tuvimos la suerte de nacer en hogares cómodos, viéramos como imprescindible vivir en una comunidad equitativa…
"Sin todos no hay ninguno”. Otra vez ese mantra profundo y olvidado.
Seguimos pensando.-
P.D. Hoy en nuestro programa de radio Más Humanos, nos visita nuestra amiga querida y admirada Fabrizia Braga Navarro. Vamos a hablar de murales, de Spinetta y de cómo se pueden salvar vidas a través del arte colectivo. ¿Te sumás? Hoy a las 22 hs. por Radio Chivilcoy. Además sortearemos un libro gentileza de Librería Adagio. Llamados al contestador 430-690.