Por Diego Manusovich
Designio
Las protestas sociales en contra del tarifazo fueron ocultadas por los grandes medios de comunicación. Como antes te machacaban a cada minuto con la inseguridad, la inflación galopante y la corrupción incontenible; ahora te ocultan las marchas cívicas y pacíficas en todo el país.
Es así, los grandes medios de comunicación son el brazo ejecutor de los grandes intereses económicos aquí, y en todo el orbe capitalista. Se dejan comprar al mejor postor, tal que les permita continuar sus negociados, informando estrictamente lo que conviene.
Y mientras tanto, el 52% votó un cambio. ¡Claro! ¿cómo no querer cambiar si lo único que recibían eran malas noticias y visiones endemoniadas?
Pero es así, a lo largo de la historia del hombre hay una gran porción de la sociedad que, a pesar de haber crecido y recibido incluso las mieles del ascenso social, no son capaces de entender que esto es un juego de intereses de clase y poderes dominantes.
Tal cual lo venimos diciendo desde hace 15 años: al neoliberalismo no le importa el trabajo ni la prosperidad de los trabajadores. En 6 meses ya lastimaron el mercado interno y las cosas se han deteriorado un 30% como mínimo. Les chupa un huevo.
Que algunas familias más vulnerables no lleguen a fin de mes: les chupa un huevo.
Que las importaciones se abran y eso perjudique a las empresas locales y se pierdan puestos de trabajo: les chupa un huevo.
Que las tarifas aumenten desquiciadamente y que atenten contra la supervivencia de algunas familias en el invierno: les chupa un huevo.
Lo más sagrado del modelo productivo que a mí me gusta (se llame kirchnerista, desarrollista, nacional y popular o pito) es un mercado interno pujante en donde el ascenso social tenga sentido y empuje la necesidad de estudio para todos.
Este gobierno neoliberal sueña con que capitales especulativos extranjeros vengan a derramar sus dólares a nuestro país. ¿Hay algo más servil, vendepatria y efímero que depender de esos fondos especulativos que hoy vienen y mañana se esfuman? Todo les chupa un huevo.
Por otro lado, todos los corruptos deben rendirle cuenta a la justicia. Los gobernantes que afanaron dinero público, los médicos que reciben viajes de los laboratorios para recetar tal o cual remedio, los policías coimeros que protegen actos ilegales, los escribanos que legitiman operaciones de dudosa ética o los carniceros que ni siquiera saben lo que es entregar una factura. Todos tenemos una pujante "peor parte” que nos acecha todo el tiempo. En los puestos o lugares en donde hay "poder” (información, conocimiento, fuerza pública, etc.) los argentinos liberamos a nuestro demonio interior.
La corrupción y el dinero inmoral es un flagelo eterno y lamentable. Llevará cien años una nueva era de valores mejores para todos. Mientras tanto, la justicia debería apurar los trámites y nosotros, los ciudadanos, comer menos vidrio.
Mientras las pantallas se llenan de imágenes de bóvedas dantescas, nos están pasando a todos, un camión por encima.
Seguimos pensando.-