Por Diego Manusovich
Brasil y Argentina
El capitalismo crea monstruos voraces.
Las clases dominantes, que acumulan la mayor riqueza en cada país, no creen definitivamente en el ser humano. Creen en sus privilegios, en su supremacía, en su meritocracia, en sus dones de cuna.
Finalmente, el ser humano de estas latitudes, resultó ser un animal que resbala hacia el egoísmo darwiniano. Nada ni nadie puede sensibilizar a aquellos que desprecian a un semejante. Ni las religiones, ni las prácticas místicas, ni el yoga.
Hay gente que no le importa "el conjunto” y punto. Puede hasta que lleven puestos crucifijos o tatuajes con el rostro del señor, pero no hay caso, cuando el apetito económico se enquista como todo valor en las sociedades, no hay gobierno popular que resista.
El golpe de estado en Brasil es ni más ni menos que eso. Una prepotente movida de su congreso nacional, endulzado hasta la médula por el dinero, votando la destitución de un gobierno nacional y popular.
Lula y Dilma, al igual que Néstor y Cristina, decidieron ni más ni menos que reparar injusticias. Asignaron derechos y le volvieron a dar trabajo e inclusión a millones de ciudadanos que estaban abandonados al costado del camino.
La derecha xenófoba, utilitarista y fascista decidió vengar 10 años de un Brasil que llegó a ser admirado por el mundo y un motor regional colosal de inclusión y camino de desarrollo.
Pero es así, estas democracias tibias y frágiles sucumben tarde o temprano a los intereses de los grandes conglomerados y monopolios económicos. O porque hacen un golpe de estado institucional o porque siembran mentiras, persecuciones y terror en los medios de comunicación.
Yo era un ciudadano pesimista antes de vivir esta era de democracias nacionales y populares en América del sur. Yo creía que los valores independentistas, justos e inclusivos de Belgrano, San Martín y Bolívar iban a quedar sólo en la historia. Pero vi, sentí y presencié que la "política” podía ser la herramienta que permitiera que los platos de la balanza se acercaran un poco. Aplaudí a rabiar cada gesto del Estado para sostener el consumo, el mercado interno, la inclusión de millones de latinoamericanos en trabajos dignos. Por momentos sentí que Latinoamérica podía enseñarle al mundo cómo se puede tener un ADN mancillado por políticos traidores, milicos asesinos y colonialistas inescrupulosos y sin embargo; renacer entre las cenizas hacia una nueva era sanadora.
Pero salvo honrosas excepciones (hasta ahora) como Venezuela, Bolivia o Ecuador, las fuerzas bestiales del capitalismo terminan cercando a su presa. Por la violencia de sus diarios y noticieros o por la violencia atroz de sus representantes comprados al más vil precio de mercado; no importa… Finalmente los procesos de justicia social se ven ultrajados por manadas egoístas descontroladas.
Salvo la fortaleza de las democracias nórdicas (de las que nada sabemos ni estudiamos porque, obviamente, a nadie le conviene que aspiremos a un nuevo modelo de convivencia) estos modelos imperfectos de gobierno y representación, finalmente hacen agua.
A partir de hoy vuelvo a hacer radio.
Después del fin de semana en donde estuviste en familia, dormiste la siesta, comiste como loco o hiciste deporte, aparecemos nosotros. "Más humanos” se llama el programa y vamos por Radio Chivilcoy AM 1550 de 22 a 23 hs. La Producción General es de Valeria Trongé y nuestro invitado de hoy es el genial director de teatro Diego Scarpellino.
Vamos a reivindicar nuestros valores humanos.
Transformando el dolor en esperanza.
Seguimos pensando.-