Por Diego Manusovich
La piel y los poderes
Los medios de comunicación te pueden matar de risa. Los medios te pueden matar de miedo, terror y odio.
Creer que los medios dicen la verdad, es un infantilismo a toda prueba. Tanto han inventado, exagerado, distorsionado, escondido y ninguneado que lo único que puede decirse es que son una calamidad sin remedio. Cuando en los noventa se acuñó el mote de "cuarto poder” ninguno de nosotros tomó verdadera dimensión de lo que estaba ocurriendo.
También resulta que, de los tres poderes formales de una Democracia, el ejecutivo, el legislativo y el judicial; al último no lo elige el pueblo. Los jueces se van acobachando década a década, como lacras patricias de la élite social que interpretan la realidad y la justicia desde ángulos, no precisamente, igualitarios ni equitativos.
El poder rancio de los jueces formó con los medios, una alianza saqueadora que puede desde tumbar la ley de medios en un día, hasta citar a la ex presidenta por una causa que hasta los propios funcionarios macristas, saben que es un mamarracho.
Los medios y el poder judicial, ambos no elegidos democráticamente por nadie, llenan las pantallas y los juzgados de caprichosas venganzas ideológicas.
-¿Y dónde está la piel en todo esto?
-¿Qué cosa?
-¿Y dónde está lo que la gente siente en su propia piel acerca de la realidad?
Si los medios no existieran y sólo deberíamos entender la realidad a través de nuestros sentidos y las emociones de nuestros amigos, familiares y compañeros de trabajo; seguramente sentiríamos cosas diferentes.
La piel es incontrastable.
¿Qué va a pasar con la diferencia entre el aumento del 50 o 60% de las cosas y el 28% escalonado que hemos podido conseguir u otorgar (a lo sumo) todos? ¿Qué significa que el litro de nafta súper esté a $ 18?
Ya se ve en la cara de la gente. Por más que te digan que "la reacomodación de precios era inevitable” y vos lo creas (debe ser la primera vez en la historia de la humanidad que la gente se le ha hecho creer que este aumento tenía que ocurrir) nada de esto tenía que por qué haber pasado.
El año anterior, a pesar de todos los problemas económicos y políticos internacionales, nuestro país creció al 2,1%. La gente se preparaba para otro verano repleto en todos lados y la vida continuaba remándose con alegría. Las cosas aumentaban un 25% y los sueldos también (o algo más como demuestran investigaciones del CONICET que en la última década los salarios ganaron más que la inflación).
Pero el neoliberalismo macrista no piensa en el poder adquisitivo de la gente. El neoliberalismo (y él es un neoliberal de toda la vida) no va a cuidar primero el trabajo, el poder adquisitivo y el mercado interno.
El neoliberalismo se preocupa históricamente en mejorar la rentabilidad de los intereses concentrados y a los trabajadores, a lo sumo, los sostendrá al costado del camino con seguros de desempleo o asistencia social de emergencia.
¿Y la movilidad social ascendente? ¿Y qué la clase obrera prospere y tenga cada vez más oportunidades? ¿Pensar en una sociedad con más derechos y más inclusiva?
No, sólo un pueblo recibiendo el látigo en la piel, mientras los medios y la justicia arman y desarman nuestro futuro a su antojo.
Yo te avisé. Y ahora nos arrastra a todos.