Por Fernando Poggio
2016, el año que le tocó gobernar por primera vez a Guillermo Britos
Ayer se cumplió el primer año de gestión como intendente del Municipio de Chivilcoy del ex comisario general de la Policía de la provincia de Buenos Aires y ex diputado provincial. Se convirtió en jefe comunal de una ciudad que había crecido descomunalmente en los 12 años anteriores, pero muchas condiciones políticas externas e internas del peronismo y de las administraciones municipales que lo precedieron, más su propia figura que logró instalar en la comunidad, hicieron que se presentara la oportunidad de ganar una elección que parecía imposible arrebatarle al randazzismo.
Britos se inscribe en la oleada de dirigentes que quiere volver a instalar la idea de que la gestión no debe ser atravesada por la política. Muchas veces ha hecho referencia a que, como jefe comunal, no está para hacer política, sino para gestionar y mejorarle la vida a la gente, como si estas dos últimas acciones no estuvieran dentro de la actividad política que ejerce. Si hay algo que ha hecho Britos, con sus luces y sombras, más de estas últimas que de las primeras, fue hacer política. Todo el tiempo, inclusive cuando él mismo creía que no la hacía.
Su condición de ex comisario acostumbrado a mandar en una organizacional verticalista como es la Policía, más allá de los cuestionamientos previos que se le efectuaron para tratar de percudir su imagen política por ser ex policía bonaerense, fue uno de los rasgos más fuertes de su primer año. Acostumbrado a ordenar y no ser objetado en esas órdenes, generó más de un conflicto puertas adentro de la administración municipal, y también de cara a la sociedad y las demás fuerzas políticas.
Pocas veces en la historia de Chivilcoy hubo un jefe comunal más confrontativo que Guillermo Britos. El confrontar con quien no piensa igual o con quien representa intereses contrarios no está mal. Es más, es parte de la construcción y la lógica política. Pero su propio accionar desmontó la falacia con el que, algunos sectores de la política, entre los que se inscribieron el gobierno nacional de Cambiemos y el intendente de nuestra ciudad, intentaron hacerle creer a la población que venían a unir, a dialogar, a respetar y terminar con las "confrontaciones” y las "grietas” por pensar distinto.
Lo hizo con los medios de comunicación, con periodistas, con movimientos sociales, gremiales y políticos, con referentes de otros espacios políticos y con jueces. Muchas veces sus reacciones fueron desmedidas y hasta injuriantes, otras, respuestas de tono político duro. En algunas, la razón estuvo de su lado, en otras, no.
Su mayor enfrentamiento fue con Sebastián García De Luca, viceministro de Interior de la Nación y referente local de Cambiemos. Sus acusaciones fueron durísimas, hasta llegar casi al punto de no retorno. Sobre el final de año, los decibeles bajaron y casi parecen haber quedado en el olvido.
En líneas generales fue tratando de cumplir en la actividad cotidiana del Municipio y avanzar en aquellos temas que fueron prioritarios en su campaña: La zona rural y la seguridad. Este último ítem fue su máximo estandarte y en lo que apostó e invirtió fuertemente. Fue tal vez en lo que más trabajó en este primer año, pero los resultados no fueron ni cerca lo que la comunidad esperaba. Porque, como Britos y los especialistas saben, no es con mayor cantidad de patrulleros, cámaras de seguridad, efectivos policiales, Guardia Urbana o Grupos Motorizados que se logra reducir los índices delictivos, sino con mayor presencia y contención en los sectores más desprotegidos por el Estado, instrumentando políticas de inclusión.
En etapas de crisis económicas y ajustes sobre los que menos tienen, como el que está aplicando el gobierno nacional y provincial, se disparan todos los índices de criminalidad. No por culpa de los pobres, sino por la profunda desigualdad que esas políticas generan. Más desigualdad, más violencia. Por supuesto que las cuestiones nacionales exceden la responsabilidad de un intendente. Lo que no lo excede es el trabajo social en los barrios, sin estigmatizaciones y con políticas de contención.
El primer año fue difícil y de mucho desgaste para el jefe comunal. La lógica policial o legislativa no es la misma que la Ejecutiva al frente del Municipio. Se deben aprender nuevas lógicas de relaciones y desaprender otras que se traen con anterioridad. La ciudad es compleja y la sociedad aún más. Está en un lugar en el que los planetas no están alineados. Los gobiernos nacionales y provinciales están gobernados por un espacio político que no le es propio. Este escenario le puede dar oxígeno en cuanto a determinadas responsabilidades que lo exceden, pero siempre, a la corta o a la larga, el vecino le termina pasando factura al que tiene más a mano y generalmente es el intendente. Britos ya lo sabe con los tarifazos y las reacciones que se produjeron. Y su primera respuesta nunca fue la mejor. Primero confrontar y después, cuando la protesta crecía, dialogar. Tal vez el próximo año, invierta esta fórmula y pague menos costos por problemas ajenos. Seguramente será así. Es año de elecciones.