Opinión

Negociar es distinto que acordar

Por María Cristina Falcone
miércoles, 13 de mayo de 2015 · 00:00

Veo que los sonrientes abrazos políticos, y reconocimientos alborotados de algunos en este presente argentino se justifica en un progreso que es el anverso esplendoroso de la desprotección, pobreza y exclusión de muchos.

Que cada uno se fortalezca, se apoye en su ser, que avance decididamente hacia su meta desconocida pero presentida en cada acción del día a día en la que aparece su verdadera potencia, allí donde no dudamos, no negociamos, no intentamos dominar ni dejamos que otros nos dominen. Esa acción es progresista.

Negociar es distinto que acordar.

Cuando una persona logra autodeterminación puede unirse a otros y crear comunidades sanas. Tenemos que empezar a educar para la autodeterminación, no para la dependencia temerosa y búsqueda de seguridad esclavizante y triste que nos imponen para devastar nuestras fuerzas.

Los acuerdos son necesarios porque posibilitan a cada uno vivir en comunidad con otros realizando su destino personal y su destino comunitario. Acordar es una fuerza de cooperación. Dominar es un poder de obstrucción que genera mucha violencia.

En una comunidad sustentable el fuego ilumina, nadie se apropia de él y así todos se benefician. Si aparecen contubernios, engaños y el obrar como las ratas en la oscuridad acaparando, entonces nada es posible como grupo humano. Este festivo progreso solo es en apariencia, en el fondo se gesta resentimiento y decadencia.

Pero la verdadera llama en el interior de cada comunidad libre, no se extingue por decreto de aquellos que atosigan, excluyen y someten.

Revolución es reconocer nuestro fuego interno, recuperar la llama y alimentarla en encuentros humanos.

La unión y el progreso se construyen con verdad y acciones, no extraordinarias sino cotidianas.

Esta vital celebración del encuentro humano es íntima, no necesita exposición ni honores.

 

 

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