Opinión

Lo vivo y lo muerto, tensión de opuestos

Por Laura Prieto
domingo, 22 de marzo de 2015 · 00:03
Quitarse la vida, como quien se quita un peso, es inherente a lo humano. La vida es siempre una tensión irresoluble, un constante problema, una dificultad tal que hasta es posible, para eludirla, vivir muerto. Se anhela la paz interior pero no se sabe cómo ni por dónde hallarla.

 

El suicida, en su acto, confunde el todo con la parte y, en lugar de localizar el foco de dolor para encontrar y modificar su causa, toma un atajo y termina. Pone punto final sin haberse detenido a resolver su encrucijada personal, tema que requiere de ciertas condiciones para tener con qué resistir la tensión de lo vivo. Los interrogantes toman forma de sufrimientos que se esconden en los síntomas y trastornos de conducta o de personalidad. Por ejemplo, si se persigue hacerse reconocer entre los otros sin pasar por el trabajo de reconocerse a sí mismo, va a haber frustración.

 

Cómo se posiciona cada uno con respecto a la frustración es determinante. Esta puede funcionar como invitación al misterio y conducir a encontrar una verdad subjetiva, o puede ser rechazada y entonces, en vez de enigmas van a haber certezas. La vía del misterio se inicia si se admite la frustración. Si el disgusto es mayor que la fuerza de resistencia, la frustración se rechaza y no se estructura como soporte psíquico. Esa persona puede quedar vulnerable a las actitudes autodañinas, que rompen el lazo. Prosperan las adicciones, la violencia y otras conductas impulsivas que mantienen latente el riesgo. Con esta predisposición, se está más expuesto a partir que a quedarse y lidiar con eso.

 

Si el psiquismo no está estructurado para resistir la frustración, un obstáculo cualquiera puede volverse desmedido y ser intolerable. Entonces, un acontecimiento, que no puede dimensionar, se agranda y la desesperación lo invade. Imaginar su desaparición puede calmarlo; como si hubiese encontrado una solución.

 

Con el suicidio pretende salir del callejón que lo ha atrapado. Sin embargo, persiste allí un error de apreciación porque ese acto, en lugar de terminar con una molestia, termina todo.

 

El acto suicida rechaza el duelo. Quitarse la vida es solucionar sin pasar por las vueltas de la elaboración. Ante la imposibilidad de duelar, lo que se deja caer arrastra toda la existencia en lugar de llevarse solamente una parte.

 

La demanda de vida es un movimiento en espiral, gira en torno a un vacío central y encuentra, para volver a girar buscando algo más. Encuentra cada vez algo pero no todo y continua girando. Ese movimiento estructura el deseo, a condición de asegurar ese vacío central. La posibilidad de admitir una pérdida está en la base de lo vivo y a ese trabajo se lo llama duelo. No hay objeto de deseo sin duelo porque para desear es fundamental que haya una disposición a ceder algo.

 

El suicidio es un acto que corta la cadena del habla y del sentido, pone fin al lenguaje como herramienta. La culpa recarga los hombros. El suicida no llama porque desconfía del otro. Esa desconfianza se lega; de modo que les arrebata la palabra a los que quedan, los deja afectados sin que siquiera lo sepan. Los deudos pueden quedar como restos, abandonados a la impotencia del silencio. Sin embargo, son ellos los encargados de cambiar ese sentido mortífero, hacer algo con esa muerte y con ese muerto, iniciar el duelo que no hubo, para no llevarlo encima ni pasar la tragedia de generación en generación.

 El acto suicida se contagia. La muerte es una 'solución' fascinante que estimula la pizca de romanticismo trágico que todos tenemos. La noticia tiene una crudeza que convence al predispuesto, le brinda la solución que busca.

 No existe un suicidio, cada uno es uno y responde a circunstancias singulares. El ahorcamiento dice de la falta de aire, la vida presiona hasta ahogar sin atenuantes. Hay, además, casos en los que, cuando la vida se deshace en el cuerpo, genera un daño que puede llegar a hacerse irreversible, entonces, ese dolor sin remedio reclama piedad. En todos los finales se presenta algo ineludible.

 

 

Laura Prieto. Psicoanalista, integrante de Humus

 [email protected] / humuspsicoanalisis.blogspot.com

 

Comentarios

23/3/2015 | 12:07
#164795
Como opinión el artículo se encuentra bien aderezado. Personalmente discrepo con todo tipo de aseveración basada supuestamente en un cientificismo auto-atribuido y confuso de las profundidades de la Psicología que pretenden pontificar sobre conductas humanas.
22/3/2015 | 15:32
#164794
Dirección de Prevención al suicida urgente en la Muni..se pueden slavar vidas...