Por Diego Manusovich

Amado 2015

domingo, 22 de febrero de 2015 · 00:00

Para los que seguimos de cerca las pulsaciones políticas e históricas de nuestro país, este año es como un gran banquete. El recambio de representantes pone a prueba y decanta todas las pavadas que decimos anualmente todos. El voto soberano del pueblo pone todas las histerias en orden jajajaja! Pero mientras tanto vamos a seguir contribuyendo a la confus… perdón, al pensamiento colectivo…

En cada elección brotan, desde nuestras mismas entrañas sociales, unos centenares de hombres y mujeres que quieren representar a los demás. Seguramente son hombres y mujeres especiales que tienen el enorme deseo de ayudar a sus semejantes a mejorar como sociedad. Esta trascendente decisión es conmovedora. Fijate, de los 50.000 adultos que vivimos en Chivilcoy sólo 200 aproximadamente se animan a salir del confortable placard y decir "Yo quiero participar como candidato en un espacio político”. El 99,9 % de los demás chivilcoyanos preferimos mirar el partido desde la tribuna y ejercitar, en el mejor de los casos, la lengua. Entonces, en primer lugar, debemos honrar la voluntad de aquellos candidatos que este año pulsearán por nuestra preferencia. La Democracia argentina ya tiene la madurez necesaria como para comprender que en la pileta no hay un monstruo que te come ni un brujo que te asesina. En animarse a tirar a la pileta para participar como candidatos en esta Democracia debe estar el reconocimiento social y el respeto a los que se atreven a poner su apellido en las listas. La política, como nos gusta pensar a la gente sana, es la más maravillosa de las herramientas para generar cambios duraderos en nuestras sociedades. La política es LA HERRAMIENTA para cambiarnos la vida y crear cada vez más futuros de felicidad para todos y todas. Entonces levantar la mano y animarse a participar en política es un paso al frente que debe producir orgullo en el entorno de cada candidato. Aliento especialmente a los jóvenes, a las mujeres, a los líderes sociales y a las minorías chivilcoyanas para que nuestras instituciones de gobierno tengan todo el sabor a la pluralidad posible.

Ahora, luego de darles la bienvenida a cada uno que decidió este maravilloso camino de la política, vamos a decirles: NO ES SUFICIENTE TENER SENSIBILIDAD SOCIAL PARA SER UN HONROSO REPRESENTANTE DEL PUEBLO. El 99,9 % del pueblo que no sabe, no puede o no quiere ser candidatos pone mucha expectativa en sus representantes. Tener sensibilidad social y voluntad de cambio es como el pre requisito obvio para ponerse de pie, pero el camino para dejar una huella es arduo y trabajoso. Necesitamos líderes gubernamentales que sepan acabadamente qué necesita nuestro pueblo en qué materia y convertir eso en un plan de trabajo. Un buen concejal, por caso, debe saber utilizar herramientas de indagación e investigación formales para poder conocer a fondo qué necesita su pueblo, no sirve con tener intuiciones o guiarse por algunos amigos del barrio que nos tiraron una punta. Aprender a relevar información debe ser el primer paso hacia una profesionalización de la tarea de un concejal. Para otro momento dejaremos la descripción del resto de sus destrezas pero, sólo como un juego de contrapuntos, la compararemos con un lamentable contraejemplo cotidiano: las donaciones. Se tiene la creencia que traer a Chivilcoy donaciones de terceros es algo que habla bien de un político en carrera. No hay nada más denigrante que el asistencialismo barato que pretende canjear votos por dádivas ocasionales. Si algún candidato sensible detecta una necesidad puntual tendría que recurrir al aparato del Estado y explicar la carencia, y si su sensibilidad social es incontenible, donar en silencio. Donar una computadora a una salita de jardín o un proyector de películas a una ONG o libros de la editorial Tinta Fresca del Grupo Clarín a las escuelas no dice nada. Regalar objetos materiales lo único que hace es sembrar un espíritu clientelista que subestima y deshonra a nuestra Democracia. Salir con foto en el diario regalando cosas se parece a los hermosos gestos caritativos que tenía de vez en cuando Don Corleone. No digo que esté mal ayudar a los semejantes, digo que pretender hacerlo regalando objetos para salir en el diario y con eso dar a entender que uno será un buen representante, es un equívoco torpe.

Nuestros futuros representantes tienen que aprender y prepararse para ser buenos y potentes representantes. Un buen concejal debe ser alguien que ya esté investigando y preparando decenas y decenas de ideas concretas y sustentables para convertir en ordenanzas luego de ser electo.

Representar al pueblo no es una aventura emocional para gente inquieta, es un camino potente, honroso y sumamente serio.

Seguimos pensando.-

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