Falleció Rubén Osvaldo Lago
Un chivilcoyano ilustre, un apasionado del arte y de la vida
No son tantos los artistas que hayan llevado su espíritu creador a límites trascendentes, perdurables en la creación artística, en el cultivo de las bellas artes, como Rubén Lago, "Laguito”, como le decía mi viejo en la redacción de La Voz de Chivilcoy. Rubén siempre demostró estar capacitado para la acción y para el pensamiento. Pero también, en una plausible y singular armonía entre el artista y sus sueños, para plasmar en realidad artística cada una de sus nobles idealidades y capacidades. La música, el cine, la fotografía supieron de su eterna juventud y de sus mensajes a los más jóvenes, "exigiéndoles” pasión, como cuando dice: "El proceso fotográfico desarrollado desde los años de su invención, hoy ha sido reemplazado por la computación. Ojalá la pasión sea tan fuerte para la presente generación como fue para mí la era del ácido acético, del metol y la hidroquinona.”
Seguro que hay
muchos más capacitados que yo para hablar de un artista de la talla de Rubén
Osvaldo Lago y que han compartido los caminos de la noche, la bohemia y el
talento, por eso también, recurro a palabras que hace varios años mi padre
escribió para un programa en ocasión de una de las innúmeras exposiciones en
que frotó la lámpara para ofrecer el fruto de sus ensoñaciones de creador…
UN HOMBRE... UN
ARTISTA
Rubén Lago es el
tipo de artista que prefiero. Músico, cineasta, fotógrafo desde sus años
jóvenes; por encima de todo fue siempre artista. Lo que equivale a decir:
sensitivo, abierto, generoso.
Sensitivo para
captar el arte que en la vida y en la naturaleza se encierra como hermético
mensaje; abierto para comprender y ser comprendido. Y generoso, para no ocultar
ni negar el fruto de su talento.
Prefiero este
tipo de artista, porque Lago no ha nacido de un círculo, ni de un cenáculo.
Todo fue difícil para él. Condición indispensable para poner a prueba su
vocación. Que se acendra y profundiza en el alma del artista cuando más áspero
y empinado resulta su camino, añejándose, como los buenos vinos, en ese tonel
de madera viva, perfumado por el amor, que viene a ser el hombre, al ser tocado
por la varita mágica del arte.
Y la varita
mágica fue para Lago aquel rayo de luz que en su cuarto oscuro le mostró la
primera vez el milagro de la imagen aprisionada, derramada sobre la superficie
virgen de un papel.
De ahí en más,
salió al mundo a dar su mensaje. (Diego B. Rositto)