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El hilo de Ariadna

miércoles, 28 de enero de 2015 · 00:00

Un delgado pero firme y tenso hilo de coherencia política guía las decisiones presidenciales desde 2007, hilo que trata de sacar de cada empiojado laberinto a una sociedad prisionera de las más oscuras fuerzas de la impunidad, el odio y la conspiración. Bien vale retomar la figura mitológica ,de Ariadna en el laberinto del Minotauro, que la propia presidenta uso el lunes a la noche para ejemplificar su tarea esclarecedora en la historia política reciente del país. Sin dudas no hubo ningún gobierno más comprometido en derribar las murallas de la impunidad que entorpecen la marcha del país hacia sus realizaciones. El proyecto de ley enviado al Congreso para crear una Agencia Federal de Inteligencia que sustituya a la actual Secretaría de Inteligencia (SI) es una iniciativa que se acomoda bien con una historia de enfrentamientos con las estructuras de poder enquistadas en la comunidad política y el estado argentino

Indefectiblemente, el nombre de la SI, anteriormente conocida como SIDE, remite a un nicho oscuro de sospechas y corrupción, a un nido de criminalidad, que cuesta asociar con la idea de inteligencia estatal. Nacida durante el primer peronismo con el nombre de Coordinadora de Inteligencia del Estado, la CIDE, heredó a su homónima SIDE una estructura de vigilancia interna, que en 1956, de la mano de la dictadura fusiladora y antiperonista, se trasformo en un arma letal de la represión política. Desde entonces, su objeto central ha sido siempre la persecución a la militancia de las organizaciones sociales, sindicales, culturales y políticas. Más tarde, con la dictadura de 1966, la SIDE se afilió, junto con otros aparatos represivos del país y de Latinoamérica, a la denominada Doctrina de Seguridad Nacional y a las directivas de Washington, con la función principal de construir y al mimo tiempo destruir el supuesto "enemigo interno” que los Estados Unidos asociaron con el comunismo internacional. Y poco hace falta decir que su función en la última dictadura cívico-militar de 1976 fue sin dudas la de perseguir y reprimir, en el marco de una violencia estatal sin precedentes, al movimiento popular que ponía en cuestión al stablishment. Si algo definió a esta agencia estatal a lo largo de su historia fue que, al contrario de lo que se suponía era su función estratégica al servicio del país, se constituyo desde 1956 en adelante como un arma de la contrainteligencia nacional al servicio de las potencias dominantes. Incapaz de producir información útil a la defensa del país, se dedicó a husmear en la vida intelectual y política del mismo, para socavar sus posibilidades de autodesarrollo y crecimiento.

La SIDE fue una de las tantas herencias malditas de los años de plomo. El ministro alfonsinista Antonio Trócoli señaló, en frase ya antológica, a la "mano de obra desocupada” de los servicios de inteligencia de aquellos años iniciales de la democracia, como la responsable de las conspiraciones que hacían tambalear al experimento socialdemócrata del radicalismo. Ese fue su invariable rol político y desestabilizador en los años que van de la ya perdurable democracia argentina, a la que supo condicionar como una oscura caja de financiamiento para los partidos y candidatos del establishment. Reformar el sistema de inteligencia, tanto funcional como ideológicamente, para que sea una herramienta de la seguridad democrática, es una tarea necesaria y urgente, aunque quizá el conjunto social no tenga al tope de su agenda esa modificación institucional. Y no menos cierto es que la propia sociedad no imagina a Mauricio Macri, que tiene entre sus huestes a Jorge "El Fino” Palacios, imputado por desviación en la investigación en la causa AMIA, tomando una decisión así. En el mismo tenor de insustancialidad, el mediático, Sergio Massa, no tomaría una decisión semejante. Y aunque cueste digerirlo, de las propias filas oficialistas, tampoco visualizan al ecuánime Daniel Scioli –que dio marcha atrás con la reforma de León Arslanián en la policía bonaerense– teniendo una iniciativa igual.

El liderazgo de Cristina Fernández de Kirchner y su capacidad para dar peleas históricas, se agiganta con esta medida que poco cuesta llamar revolucionaria, porque modifica una de las estructuras más retrógradas y antipopulares del estado argentino. El tiempo y la distancia emocional con respecto a los hechos políticos, le mostrará a la sociedad, que este momento político vivido en la era kirchnerista no tiene casi parangón, salvo si se lo compara con el liderazgo alfonsinista para recuperar la democracia, o con los días del primer peronismo y su premisa de justicia social como fundamento político.

No cabe lugar a dudas: un delicado hilo que una mujer extraordinaria despliega, une la punta del ovillo con la salida del borgeano laberinto argentino.

 

Grupo Castelli

Chivilcoy

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